lunes, noviembre 12, 2007

LOs fascistas no son humanos

La Lengua - Alberto Aguirre
Ahora que se habla de memoria histórica, en España, al menos para tratar de reivindicar a quienes fueron fusilados por el franquismo como venganza, es bueno invocar la memoria de Julián Grimau, quien fue fusilado en Madrid el 20 de abril de 1963, cuando ya la Guerra Civil había terminado 25 años atrás.

Fue el último fusilado en España, y lo fue en condiciones de crueldad, tortura y aberrante injusticia. A pesar de todas las manifestaciones de protesta en el mundo entero, el dictador se empeñó en que fusilaran a Grimau. Era más un acto de venganza que un acto de justicia. También tiene relevancia histórica el fusilamiento de Grimau porque en ese proceso participaron importantes personalidades del franquismo, que aún hoy tienen figuración y presencia en la vida española. Se cita a don Manuel Fraga Iribarne, ministro entonces de Información y Turismo, posterior fundador del Partido Popular, padrino y protector de Manuel Aznar, quien fuera Presidente del Gobierno.

Grimau había vivido en Cataluña durante la guerra civil y allí (se dice, pero no fue probado) fue policía, actividad que el franquismo consideraba que era delito de rebelión militar. Al terminar la guerra (1939) salió de España, vivió en América del Sur y regresó a su patria años después. Al regresar –era comunista– fue nombrado integrante del Comité Central del Partido Comunista Español y su Presidente efectivo. Fue detenido el 7 de noviembre de 1962; llevado a la Dirección General de Seguridad, que funcionaba en la llamada Casa del Reloj, de la Puerta del Sol, en todo el centro de Madrid, fue sometido a torturas durante 27 horas continuas, y de repente aparece arrojado a uno de los patios interiores. Dijeron que había intentado suicidarse. Y se anota este dato: llevaba las manos esposadas, cayó de frente, se reventó los brazos y la cabeza.

Le dieron atención médica inmediata, pues necesitaban vivo el cuerpo para fusilarlo. En efecto, lograron ponerlo en pie y que diera algunos pasos. Ya curado superficialmente de sus heridas, fue sometido a consejo de guerra el 19 de octubre de 1963. En menos de 24 horas lo condenaron a muerte, esta condena la aprobó por unanimidad esa misma noche el consejo de ministros (presidido por Franco e integrado, además, por Fraga) y la sentencia fue ejecutada en la madrugada del 20 de octubre. El fusilamiento estuvo a cargo de jóvenes reclutas: a Grimau le clavaron 27 tiros en el cuerpo y dos en la cabeza. Un oficial le dio esos dos tiros de gracia.

La condena de Grimau ocasionó una protesta mundial. Al gobierno de Madrid llegaron más de 800.000 telegramas, pidiendo la gracia; entre ellos, los del Papa Juan XXIII, Winston Churchill, Nikita Khruschev. El mundo se aterraba de que reviviera, después de 25 años y de este modo cruel, el fantasma de la Guerra Civil Española.

Todo fue grotesco. A Grimau lo condenaron por policía durante la guerra civil, pero si eso en su caso era delito, estaba prescrito desde hacía quince años. Pero los juristas del régimen (así son los juristas de todas las dictaduras) hacen malabares para tratar de acomodar las leyes a sus designios. En este caso inventaron un tipo jurídico que no había sido conocido en ningún país de la tierra: que Julián Grimau había cometido desde 1936 el delito continuado de rebelión. Aunque no había hecho nada, aunque no había asumido actividad alguna durante ese interregno, aunque ni siquiera había vivido en España la mayor parte del tiempo. Pero lo fusilaron por rebelde continuado.

Fue un proceso grotesco. Nicolás Sartorius, quien escribió un libro sobre el caso, cuenta lo siguiente: “Se recuerda la actuación de Fraga (era ministro de Información y Turismo de Franco) y cuando un grupo de mujeres fue a visitarlo pensando que estaban ante una de las figuras aperturistas, se decía, del régimen, para interceder por la vida de Grimau, ya gravemente torturado, con graves lesiones después de que hubiese sido lanzado por una de las ventanas de la Dirección General de Seguridad, el señor Fraga les contestó simplemente: ‘¿Y qué quieren que yo haga si el señor Julián Grimau insiste en tirarse por la ventana?’ ”. Son duros los fascistas.


LOS JURISTAS DEL RÉGIMEN (ASÍ SON LOS JURISTAS DE TODAS LAS DICTADURAS) HACEN MALABARES PARA TRATAR DE ACOMODAR LAS LEYES A SUS DESIGNIOS.

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