Para entender el poder tenemos que recurrir a las metáforas. Porque el poder nos embriaga, el poder nos embrutece. Porque el poder encadena al verdadero hombre, al hombre animal, el poder encadena nuestros instintos. Cierto el poder que se otorga a las instituciones es aquel cuyo ejercicio es malévolo, es aquel que perjudica. En esencia nos comprometemos a no realizar malos actos, actos que perjudiquen a la sociedad y dejamos en otros la responsabilidad e vigilar nuestras acciones de la sociedad en su conjunto. Nos volvemos inocentes, niños al lado de las instituciones que vigilan nuestro comportamiento.
Del poder y su ejercicio esperamos una cara benefactora por igual. Deseamos cambiar el rostro que le entregamos por el de un Dios benefactor. Iconográficamente toda institución se presenta bajo la cara de la honorabilidad y la benevolencia. Esa es la cara y acciones esperadas en razon a nuestra confianza depositada en ellas. Decidimos dejar cualquier actitud y actividad hostil hacia la sociedad, respetar las leyes, esperando que las instituciones no agredan nuestros derechos.
La historia del hombre es una historia de luchas intestinas y de guerras. Los recursos económicos aunque grandes son ambicionados. La competencia individual, de grupos y sociedades se da en el campo físico y de las ideas. Todo ser humano al ser sometido al poder sublima su pensamiento para no vivir en la deshonra. Justifica sus acciones de cobardía por un cambio de vida en el mas allá. Decide someterse física e ideológicamente. Los individuos, grupos y sociedades que deciden no someterse son arrasadas.
Debemos contemplar que el poder acumulado deviene de todos los individuos que conforman una sociedad y por lo tanto aquel que tanto los individuos que gozan de los privilegios del poder como los que no, son presos del mismo. De ahí la satanización del poder. Pero el poder se justifica tanto para unos como para otros en pantallas mentales de aceptación. Quien tiene el poder y lo busca justifica su ascenso contra viento y marea por una necesidad de la sociedad por lo cual recurre a la imagen mental de Dios como justificación de sus actos aun cuando puedan ser crueles. Por otro lado los que no luchan por el poder justifican su pasividad con la imagen de una Dios humilde que recompensa sus actos en el mas allá.
En este aspecto el poder justificado de quien lo detenta se asocia con todo tipo de ideas que lo diferencian de la masa. El poder se vuelve elitista y olvida sus orígenes. Este hecho trae como consecuencia la corrupción de las sociedades por parte del poder, llegando a diferentes etapas de irracionalidad hasta que regresa nuevamente a sus orígenes. Para acabar con la corrupción del poder en la sociedad esta debe pasar por cruentas luchas que dan vuelco a cualquier ideología falsa e idolatra.
La historia del hombre es una historia de lucha por el poder. Vemos en esta lucha que las ideas perduran más allá que el hombre. Y detalladamente la historia del hombre nos muestra que aquellos hombres que detentaron el poder dejan a su descendencia un estigma de poder y quienes no de humildad. Por lo cual para acceder a un verdadero poder por parte de cualquier individuo que busque el poder debe cambiar sus costumbres e ideas de humildad por la de un personaje divino de lucha y perseverancia.
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