viernes, marzo 30, 2007

Cuando los Santos vengan marchando…


Dos años después de la muerte de Karol Wojtyla, quien fuera llamado Juan Pablo II y con 1.163.865 kilómetros de viajes realizados lo que le valió el apodo de “Papa Viajero” se lleva a cabo la conclusión de la segunda fase del proceso de beatificación de su persona.
Sucederá a esta instancia el proceso de canonización, que suele demandar años pero en este caso el papa Benedicto XVI está ansioso por acelerar.
En el marco de esta voluntad irrumpe en el escenario religioso la declaración de la monja francesa, Marie Simon Pierre, quien asegura que luego de visitar al papa se produjo el “milagro” de su sanación de la terrible enfermedad de Parkinson que padecía.
Juan Pablo II, según la hermanita francesa, intercedió para que la obra de Dios actuara sobre su dolencia eliminándola definitivamente. Esta acción se sitúa en el primer milagro dentro del proceso en la causa de beatificación que podría anclar en su canonización.
Según las altas figuras de la iglesia católica, este milagro demostraría que el Papa sentía en su propia piel “la batalla por la dignidad de la vida” y es precisamente a través de esta noticia que nos llenamos de interrogantes desde el lugar de ignotos en cuanto al tema “milagros y bendiciones”, leyendo otras noticias que nos erizan la piel y no logran sino confundirnos más.
Porque estamos presenciando diariamente la cantidad de “milagros” que se producen a lo largo y ancho de esta inmensa pelota llamada tierra, donde miles de mujeres y hombres logran sobrevivir con menos de un dólar diario…
Mientras vemos millones de niños durmiendo bajo puentes, en plazas, en estaciones de trenes abandonadas, cubiertos sus cuerpecitos apenas con hojas de papel de diario algunas de las cuales contendrán noticias, justamente, de las grandes obras de la iglesia en estos tiempos de guerras y crímenes, impunidades y escándalos.
¿Cuál será el ala de la iglesia que se tome un minuto dentro de su ajetreo diario para considerar que también en estos casos se obran milagros? Sin dudas la hay, pero también sin dudas será satanizada…
El Papa actual, los obispos, cardenales y demás fauna eclesiástica, ¿considerarán milagro también la lucha de miles de madres en el mundo por tratar infructuosamente de salvar a sus hijos que ven morir en sus brazos, imposibilitadas de acceder a atención y medicinas en medio del colapso que atraviesa la salud pública, cuando algunos criminales privatizaron hasta ese derecho básico, elemental, impostergable sin recibir condena de la Iglesia?
¿Será que sólo hay que vestir ropas de clérigo para llegar a santo?
¿No lo serán jamás aquellos que conocieron el hambre estallando en sus panzas y producido por las políticas más absurdas y el silencio cómplice de uno de los más grandes imperios: el Vaticano?
¿Será que no tienen valor las vidas de aquellos que escapan de bombas de altísimo poder destructivo, descargadas a partir de mentiras y que gozan de la bendición de una iglesia que con tibieza vomita apenas un aviso en letras menores sobre el peligro que implica declarar una guerra?
Juan Pablo II logró que una monja cure su dolencia, lo cual lo elevaría al lugar de nuevo santo, el mismo Juan Pablo que permitió comulgar a Pinochet y a los generales de la Junta Militar que llenaron de sangre los pueblos chileno y argentino y lo hizo en medio de una guerra ridícula de la cual en estos días se conmemora un nuevo aniversario y ¡a cuyo frente iban muchachos de 20 años!!!
Creo que es hora de comenzar a ver, de una vez por todas, que también hay gente que merece cuando menos una consideración. Es esa gente que lucha contra la miseria, sacerdotes y monjas que chapalean barro en las villas de emergencia, en hospitales donde se hacinan niños víctimas de enfermedades evitables, generadas a partir de las políticas de exclusión en que sumergen a los pueblos.
Sacerdotes y monjas –no sólo enfermos de Parkinson- que saben del horror por padecerlo constantemente y sin hacer exclusión entre niños católicos o musulmanes.
Y será cuando la Iglesia deje de minimizar su campo visual de por sí tan limitado, el momento en que realmente Dios, el que tan selectivo consideran algunos, apruebe que un nuevo santo ingrese en la larga lista de los ya existentes.
Milagro es sobrevivir hoy a la ola de horrores en que se están sumergiendo pueblos enteros y milagro será sobrevivir a los que lleguen, cuando se detengan a analizarlo verán que el cielo quedará chico para recibir batallones inmensos de santos y santas…
Ingrid Storgen

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