Calderón admite que no basta el Ejército para controlar Ciudad Juárez.
La página en inglés sobre Ciudad Juárez brinda información similar: se describe la geografía de la ciudad y se reproducen noticias acerca del binomio vida-muerte como retrato de la realidad de esa malograda, olvidada y descuidada entidad. En esas páginas se recuerda que los feminicidios empezaron en 1993, se alerta contra la violencia que existe en la ciudad, se habla de la inseguridad y del poder del narcotráfico, se presenta un video muy socorrido: On the edge, cuyo contenido reproduce lo que en otro video denominan Dual Injustice: Feminicide and Torture (Injusticia doble: Feminicidio y tortura).
La Jornada muestra otras realidades. Una fotografía refleja el sentir de la inmensa mayoría de los habitantes de esa frontera; en una pared se lee: Éramos la esperanza, la luz, lo mejor: no mientas, Calderón
. En la fotografía que ocupa la primera plana de este periódico, en la edición del 12 de febrero, se observa a F Calderón, a M Zavala y a Luz María Dávila, quien perdió a sus hijos Marcos y José Luis Piña en la matanza de los 15 jóvenes del 31 de enero. Dávila le espetó a Calderón: discúlpeme, señor Presidente. Yo no le puedo decir bienvenido, porque para mí no lo es, nadie lo es. Les dijeron pandilleros a mis hijos asesinados. Es mentira. Uno estaba en la prepa y el otro en la universidad y no tenían tiempo para andar en la calle. Lo que quiero es justicia. Póngase en mi lugar, a ver qué siente
. Tiempo después, seguramente por consejo de alguno de sus asesores, Calderón se retractó y ofreció disculpas por haber dicho que el homicidio de los adolescentes fue por un pleito entre pandillas.
Lo que se lee en Internet y en los diarios es poco. Aunque son incontables las noticias y muy dolorosos muchos de los videos –entre ellos las imágenes del duelo de los deudos de los jóvenes recientemente masacrados–, la realidad va más allá. Ciudad Juárez ejemplifica el fracaso del Estado de Derecho y por extensión de los presidentes, gobernadores y alcaldes que han trabajado para el país, para su Estado y para su ciudad, por lo menos, desde 1993, fecha de las primeras desapariciones y asesinatos de jóvenes mujeres.
Ciudad Juárez es una entidad muerta que requiere vida. Es una ciudad que ha sido masacrada por los gobiernos estatales y federales. El número de negocios cerrados crece sin cesar. La vida nocturna, y, en muchos sentidos, la diurna, ha de-saparecido. El miedo se ha apoderado de la gente. De toda la gente. De los pobres y de los ricos. De los letrados y de los iletrados. De la milicia y de la policía. De las mujeres jóvenes y de los muchachos de las preparatorias. Del turismo y de los comerciantes. De los que huyeron a El Paso y de los que se quedaron. De los deudos y de quienes no han perdido aún a nadie. De las jóvenes que trabajan en las maquiladoras y de las que no salen de casa por temor. Salvo para quienes hacen negocios a costa de las muertes y el dolor de otros, todos tienen miedo.
La desconfianza y el desprecio de la ciudanía juarense y del resto del país hacia las instituciones crece al lado del miedo y del repudio. Desde que se iniciaron los feminicidios Juárez ha estado en las manos del PRI (Salinas de Gortari y Zedillo) y del PAN (Fox y Calderón). Nada hicieron los que ya se fueron y nada ha conseguido Calderón. El nivel de la violencia, sus diversos blancos, su brutalidad y su incremento es evidente.
La suma de tantos y tantas desaparecidos cuestiona sin ambages la viabilidad del Estado de Derecho. Quienes asesinan, a diestra y siniestra, saben que México ha dejado de ser un Estado de Derecho. Calderón piensa lo contrario. Quienes tienen que inventar palabras como feminicidio para describir los asesinatos de mujeres inocentes y quienes han quedado huérfanas por haber perdido a sus hijos saben que la injusticia y la ilegalidad borran el Estado de Derecho. Calderón piensa lo contrario. Quienes se enteran de la geografía de Ciudad Juárez vía Internet y leen acerca de la cruda realidad de esa población saben que los calderones que precedieron a Calderón y él mismo son los responsables de tantas matanzas, de tanto silencio, de tanta estulticia.
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