martes, septiembre 11, 2012

Represión en Yucatán a los estudiantes del DF comisionados del Yo soy 132





Pedro Echeverría V.

 

1. ¿Quién podría creer que el gobierno de Yucatán -el estado de la República históricamente más pacífico, de los más miserables y con menor índice de protestas políticas- quizá para congraciarse con el presidente electo Peña Nieto y demostrar fidelidad, sea de los primeros en reprimir a los estudiantes del Yo soy 132?  Conozco de manera directa la historia política de Yucatán de los últimos 50 años y he visto represiones a campesinos, obreros, estudiantes, jóvenes y yo mismo he estado detenido en 1965, pero a pesar de ello siempre he sostenido que dado que nuestras luchas nunca han sido prolongadas y radicales tampoco los diferentes gobiernos de Yucatán han sido fuertes en sus represiones.

 

2. Seis estudiantes llegaron a Yucatán el martes 4, después de haber estado en Villahermosa y Coatzacoalcos manifestando sus protestas contra la imposición de Peña Nieto, la manipulación de Televisa y las millones de tarjetas de Soriana. Colocaron cuatro tienditas de campaña en el centro de la Plaza Principal, pero al día siguiente prefirieron colocarse en el pequeño Parque de la Madre; unos diez estudiantes y dos o tres no tan jóvenes les brindamos nuestra solidaridad –sobre todo en los 60 minutos que bloqueamos la tienda Soriana de la calle 56- y estuvimos pendientes; pero nunca nos enteramos de la represión que sufrieron en el puerto de Progreso para obligarlos –entre protestas- a abandonar el estado.

 

3. Los estudiantes y casas de campaña no bloqueaban ningún paso, no hacían mal a nadie y en el pequeño parque –donde casi nadie pasaba- parecían hasta escondidos. Realizaron dos pequeñas asambleas informativas sobre las luchas del Yo soy 132, acerca de sus visitas a Tabasco y Veracruz  y que harían el viernes por la tarde lecturas de poesías. Sin embargo, desde el bloqueo de Soriana, fueron considerados "peligrosos" por los empresarios y el gobierno quienes enviaron a decenas de policías cuando nos retirábamos. Ya desde el bloqueo se manifestó mucho racismo contra los "huaches" (extranjeros, no del estado) que venían a inquietar a los pacíficos yucatecos.

 

3. ¡Qué finura de gobierno de Ivón Ortega! "En Yucatán sólo queremos paz y por lo tanto ustedes que son agitadores políticos se van del estado o los acuso de lo que me venga en gana". ¡Carajo, digo yo, si esa es la paz, pues preferimos la guerra¡ Casualmente esta mujer –al parecer- ordenó la destrucción de mi cartel semanal anarcozapatista con 18 años en la Plaza Principal. El cartel fue respetado por los gobiernos de Dulce Sauri, de Granja Ricalde, de Cervera Pacheco y de Patricio Patrón, pero llegó Ivón Ortega y lo mandó destruir o, por lo menos, nunca hizo caso de las protestas que por ello hicimos. Sin embargo me dolió poco y seguí pensando que la gobernadora sólo era el blanco natural de la propaganda panista y del Diario de Yucatán.

 

4. Pero con la represión que ordenó contra los estudiantes de Yo soy 132 he entendido al fin que la gobernadora superó con creces como represora a los gobernantes anteriores. No he caído en la propaganda del PAN o sus filiales que organizan actos de protesta para hacer crecer su clientela atacando al PRI, o viceversa. Pero esta represión contra los jóvenes estudiantes sí es preocupante porque puede ser la muestra para golpear lo heroica lucha de los estudiantes en el DF y varios estados de la República. Hay que gritarles a Peña Nieto y a Ivón Ortega que así no se gobierna; sin embargo también es importante que se quiten las caretas para conocer sus rostros de animales que no piensan, no razonan y que con poco poder se creen los amos del mundo.

 

5. En Yucatán, como en todo México, el PRI y el PAN están integrados por dirigentes y gobernantes funestos, por no decir hijos de puta. Por eso no hay que tener la menor confianza en que no sean reprimidas nuestras protestas y luchas. Todo se reduce al problema del poder político, económico, ideológico. Por eso tienen razón los anarquistas: la lucha no es contra personas, por más degeneradas que estén. La batalla es contra el poder en donde este se encuentre: en la política, en el empresariado, en la iglesia, en la academia, en el hogar, en la vida cotidiana. Hay que aprender a reírse y a burlarse de él, pero también a combatirlo con gran eficacia porque éste se hereda, viene de lejos y está metido en nuestras profundidades cerebrales. (11/IX/12)

 

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