jueves, junio 21, 2012

El fraude electoral es permanente; hay que organizar protestas en las calles y carreteras


Pedro Echeverría V.

1. El cinismo de los medios de información, del PRI, del gobierno de Calderón, de los empresarios y el clero es gigantesco. Mienten al hablar de elecciones democráticas e igualitarias, cuando todos ellos saben que desde hace seis años están trabajando –cada poder fáctico- por sus propios intereses, buscando que Enrique Peña Nieto obtenga la Presidencia. El acuerdo firmado hace seis años ha sido cumplido, sólo falta que los comicios del 1 de julio lo legitimen. Entiendo el papel de López Obrador que como político, candidato, socialdemócrata, pacifistas, siempre busca frenar la furia del pueblo. Si se pusiera delante de las batallas desde ahora no habrían siquiera elecciones; o para realizarla tendrían que asesinarlo, sacar a los 500 mil soldados y 500 mil policías a las calles para obligar a votar a todos, escoltar las casillas, “contar los votos”, proclamar a Peña Nieto y reprimir todas las protestas.

2. Salvador Allende, modelo de socialdemocracia y pacifismo, había sido en Chile candidato presidencial tres veces y, al fin, la gran burguesía, los militares y el imperialismo yanqui, lo dejaron ganar la Presidencia en 1970. Tres años gestionó el gobierno, pero nunca el Estado y el poder. El poder estaba en la embajada de los EEUU, que junto a los militares y el empresariado, controlaban todo y ejercían una gran vigilancia sobre las declaraciones y los pasos del presidente. El prestigio de Allende cada día era mayor en Chile y en el mundo, sus discursos y su presencia le otorgaban espacios cada vez mayores; ¿quién iba a creer que a escondidas se estaba preparando un golpe de Estado militar y asesinato encabezado por Pinochet, su general de confianza? A Cuauhtémoc Cárdenas no lo dejaron pasar y al parecer menos dejarán pasar a López Obrador, porque han sido “peligrosos” para los negocios de la clase dominante.

3, ¿Dónde está el poder en México? La mayoría coincide que en los medios de información (Televisa, TV Azteca, Radio Fórmula) que controlan el pensamiento y la conciencia de la gente; hace ya más de 30 años eran el cuarto poder, pero ya han sometido a la economía, la política y la educación. Los políticos se arrastran como animales frente a ellos y obedecen las órdenes que les dictan. El recorrido de todos los pueblos de México por seis años de López Obrador sirvió “casi” para un carajo frente a Peña Nieto que nunca recorrió alguno pero sí entregó miles de millones de pesos a Televisa y compañía. Pero después de 50 años de monopolio televisivo no ha habido gobierno o político que se atreva a criticar a esos medios, mucho menos a aprobar una ley que pueda regularlos; todos ellos están obligados a inclinar la cerviz ante los dueños de los monopolios, los conductores de sus programas y funestos comentaristas.

4. Por eso la campaña de calumnias que esos sectores hacen contra López Obrador es brutal. Aunque AMLO haya visitado en los últimos siete años -uno, dos o tres veces- cada municipio del país tratando de convencer a la gente, los sectores más poderosos de cada municipio y de cada estado (encabezados por los legisladores y gobernadores del PRI) se han dedicado a regalar despensas, materiales de construcción, dinero, para que los electores -80 por ciento pobres y miserables- vendan su voluntad y su voto. López Obrador conoce con profundidad el fraude anticipado porque igual le hicieron en 2006, pero siempre espera los comicios para no tronar de raíz el proceso electoral. Por eso la clase dominante no deja de amenazar a AMLO para que no ocupe las calles con las protestas. Vicente Fox tiene terror a un gobierno de AMLO porque él y sus entenados están acusados de malversación de dinero; por eso está con Peña Nieto.

5. Sólo ganando la Presidencia López Obrador, a pesar de los fraudes y trampas que ha denunciado, no tendría ya motivo para protestar; pero es obvio que si gana Peña Nieto basado en toda la evidente inequidad, la protesta nacional debe surgir de manera automática; por eso debe organizarse con mucha paciencia. ¿O en nombre de la “paz, el orden y el progreso” va ha permitir la población –en particular los lópezobradoristas- que se sigan burlando de quienes nos indignamos y protestamos? Las formas de protesta están cambiando para que no sean objeto de burla como en años anteriores. Con seguridad ahora ya no nos encerraremos en el Zócalo sino que estaremos en las calles, las carreteras, los mercados, bancos, medios de información y fábricas, tratando de levantar más el movimiento.  ¿O buscará la clase dominante colocar a López Obrador en tercer lugar y con muy baja votación para evitar que haya justificación de su protesta?

6. Pienso que esta es la última esperanza electoral después de 1988 y cinco fracasos seguidos que dan ya mucho qué pensar. Preguntarían: ¿Serán los procesos electorales la mejor estrategia de entretenimiento político de la población mientras las minorías políticas y empresariales acumulan gigantescas riquezas? ¿Hasta cuándo se seguirá pensando en un pacifismo político que ha prolongado muchas décadas más la explotación y la miseria? ¿Qué juegos o acuerdos existen entre las clases altas y medias para continuar sus privilegios en perjuicio de los sectores mayoritarios? En fin, si López Obrador es derrotado electoralmente y no lleva sus protestas hasta el extremo de las luchas, espero que la línea electoral sea tirada a la basura y surjan movimientos radicales de masas. Pero también pienso que la clase dominante inventará una salida para no poner en peligro su dominio. (21/VI/12)








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