jueves, febrero 13, 2014

No tropezar con la misma piedra


 Utopía

  

Eduardo Ibarra Aguirre

 

Muy oportuna resulta la advertencia hecha por Ciro Ortiz: Los delitos cometidos a través del ciberespacio van en aumento y en unos años la economía de la llamada ciberdelincuencia rebasará la del narcotráfico y la trata de personas. De acuerdo con sus cifras, el también llamado cibercrimen genera al año 500 mil millones de dólares y la cifra irá en ascenso si no se actúa a tiempo y con eficacia. En la aldea global cada año 559 millones de personas son afectadas por este tipo de ilícitos y en México suman 14.8 millones las perjudicadas.


Para el asesor del Foro Consultivo Científico y Tecnológico y actual jefe de la División Científica de la Comisión Nacional de Seguridad, el anterior es un indicador muy importante, porque pone en relieve la trascendencia de entender lo que es el mundo cibernético en cuestiones delincuenciales.


Solamente que el mejor y buen entendimiento debiera esperarse sobre todo de los altos mandos del Ejército, la Marina y la Policía Federal; de la Procuraduría General de la República y el vasto y costoso aparato estatal del que dependen la seguridad de los aún indefensos mexicanos, tanto en sus vidas como en sus propiedades.


Para empezar resulta incomprensible que un especialista de tan altos vuelos establezca una separación que se antoja artificial entre la excesivamente rentable trata de personas y los traficantes de narcóticos ilícitos –existen los lícitos y con frecuencia son tan dañinos o más que aquellos, pero las autoridades mexicanas imitan a las estadunidenses hasta en su hipócrita doble moral–, cuando expertos de la Organización de las Naciones Unidas concluyeron hace un par de años que la diversificación de los mal llamados cárteles no deja giro libre, y que alrededor del 55 por ciento de sus ganancias ya no provienen de los demonizados narcóticos, sino del pago del derecho de piso, la trata de personas, el secuestro, el tráfico de indocumentados y de órganos humanos…


Voces fuera de toda sospecha de afanes críticos al gobierno que dice laborar con una estrategia nueva en materia de seguridad pública (más inteligencia, mayor coordinación, ventanilla única para los múltiples agentes estadunidenses y reconstrucción del “tejido social”), como la de Jesús Murillo Karam, aseguran que los “decisivos golpes” propinados a los corporativos del trafico y venta de estupefacientes los obligaron a privilegiar los secuestros como una vía para reponerse de las pérdidas económicas por los decomisos, captura de capos y sicarios, desarticulación de bandas y golpes simbólicos en las redes financieras, cuando esto debiera ser lo medular. Pero por alguna rentable razón no lo es todavía.


Y por la falta de previsión del gobierno que anuncia puso a México en movimiento y la naturaleza no multilateral de las políticas en materia de seguridad pública, la sociedad padece un problema de secuestros sin precedente, cuando desde el gobierno de Ernesto Zedillo –el que remató Ferrocarriles Nacionales de México a trasnacionales a las que hoy sirve como empleado–, hasta nuestros días se pusieron en juego cuatro “estrategias nacionales contra el secuestro”, nombres hilarantes si la tragedia no causara angustia y enlutara tantos hogares.


Aún están a tiempo los estrategas de la seguridad pública que se regodean y toman la foto en Michoacán, mientras los damnificados de Guerrero esperan la multimillonaria ayuda presidencial anunciada con bombo y platillo, para diseñar las políticas y los programas que impidan que el crimen organizado no pase de los 15 millones de víctimas actuales en el ciberespacio  a los 45 millones de cibernautas que hoy existen en México.


Acuse de recibo


Esperanza García (viuda de) Campa, como gustaba le llamaran, falleció el 12 de febrero, a los 98 años de edad, en la víspera del 110 aniversario del natalicio de Valentín Campa Salazar, su compañero de vida de las últimas cuatro décadas… La conocí el 2 marzo de 1973, cuando Valen, como lo denominaba, nos acompañó como testigo de boda civil de Alba y este escribidor, y a partir de entonces me consideraron su ahijado, trato que en los últimos 18 años fue mucho más subrayado… Esperancita fue hija de Daniel García Talavera, presidente de la Unión de Conductores, Maquinistas, Garroteros y Fogoneros que dio paso al Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros, dirigente por el cual Campa tenía un respeto tan pronunciado que lo obligó a ser discreto en el noviazgo con Pelancha, como la llamaba cariñosamente, hasta que formalizó la relación sentimental… La última frase que pronunció Campa Salazar antes de morir, el 25 de noviembre de 1999, fue: “Mamacita, ponme los zapatos porque voy a llegar tarde al congreso”. Abrió los ojos después de un mes, dijo lo anterior y falleció… Mensaje telefónico de Othón Salazar para Esperancita: “Dígale que las horas o minutos que me quedan de vida serán para agradecerle todo lo que hizo por mí” y a las 24 horas falleció el entrañable líder magisterial y colaborador de la revista Forum.

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