A Natalio Ortega Ibarra porque emprendió el camino
de Armando Urista Ibarra y Rosa Ana Ortega Ibarra.
Eduardo Ibarra Aguirre
Aquí fue subrayada el lunes 28 la naturaleza contradictoria de las estadísticas oficiales, nacionales y extranjeras, sobre la capacidad de consumo del lectorado nacional, con independencia de las motivaciones para la lectura por estudio, gozo o trabajo.
Las cifras más reconocidas provienen de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, mejor conocida por su abreviatura compuesta de Unesco, y la más reciente arroja 2.8 libros leídos anualmente en promedio nacional, cuando para septiembre de 2010 se trataba de 2.9 libros según la misma fuente, lo cual implica un serio retroceso porque transcurrieron casi cuatro años.
Sin embargo, Humberto Musacchio, el historiador del periodismo cultural, brinda otra lectura sobre el tema, cuando afirma: "Yo, como Taibo, creo que hay mano negra en las estadísticas. Alguien me dijo que si incluimos en el cálculo la cantidad de ejemplares del libro de texto gratuito, por lo menos se duplica en dos puntos y tantos de las estadísticas". Lo cual, salvo su mejor opinión, apunta al absurdo de que se excluya a los libros no sólo más leídos sino estudiados en México.
Por el contrario, para el periodista Gustavo Cortés Campa, "En materia de lectura, no puede haber datos ni medianamente precisos, pero es un hecho notorio que el nivel es bajísimo. Aún en sectores clasemedieros, poseer un librero con algunos volúmenes es muy raro, una extravagancia".
Dicho de otra manera, aunque las cifras no son coincidentes para establecer un buen diagnóstico sobre el rezago mexicano en materia de lectura –en España leen 8.9 libros al año, como promedio, y 14 en Alemania–, los conocedores coinciden en que la lectura de libros dista de ser un habito, como lo muestra la Encuesta Nacional de Lectura 2012, de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, que arrojó: 35 por ciento de los mexicanos no acabaron un libro en su vida y sólo 12 por ciento dedican su tiempo libre a leer. A tres de cada 10 jóvenes de entre 12 y 17 años no les gusta leer, 61 por ciento no lo hace "por falta de tiempo" y 48 de cada 100 no asistió nunca a una biblioteca, mientras que existe sólo una biblioteca pública por cada 15 mil habitantes.
El también enciclopedista pinta su raya con lo que hoy se hace. "Por otra parte, me parece que las campañas en favor de la lectura han sido un rotundo fracaso. Por ejemplo ésa en la que estrellitas de Televisa aparecen leyendo, cuando todo mundo conoce su analfabetismo y, lo que es peor, su dedicación a las telenovelas y otras porquerías que vende el duopolio. Me parece que han sido más eficaces otras medidas, como el lanzamiento de las colecciones SepSetentas y Lecturas Mexicanas que suscitaron un gran interés en amplios grupos sociales. Lecturas Mexicanas tuvo tirajes de hasta cien mil ejemplares y los saldos de bodega se entregaron a los niños y jóvenes 'de la calle' que los vendían a bajo precio". Son posteriores a las colecciones que menciona Musacchio, las españolas Literatura (1990), Narrativa Actual (1993), Biblioteca de Premios Nobel (1995), Grandes Obras de la Literatura Universal (1999) e Historia de la Literatura (2000) que se vendieron en puestos de periódicos y adquirí religiosamente.
Pero es la médico cirujano Abigail Bello Gallardo la que coloca los puntos sobre las íes, al ponderar que "si un niño tiene disminución de la agudeza visual y no es tratado adecuadamente no puede leer bien, yo diría además que esto en la mayoría de los niños les desmotiva de por vida a leer, porque los buenos hábitos (entre ellos el gusto por la lectura) se adquieren a temprana edad". También cuando "un niño desnutrido tiene dificultades para leer y para aprender porque la capacidad mental de una persona disminuye cuando está desnutrida (la desnutrición tiene muchas causas pero en nuestro país son más frecuentes por falta de alimentos o por falta de calidad en los alimentos que consume)".
Hacer de la lectura un hábito nacional es una tarea de tareas que compete a todos, "hasta para que tengas tema de conversación" explica Ana Paula Ordorica en los canales de Emilio Azcárraga Jean, y acaso también para que la anécdota que cuenta Cortés Campa no se multiplique: "Cuando era director de la agencia de noticias de Excélsior, felicité a una nena que leía Los pasos de López, de Ibargüengoitia. Pero me aclaró que fue 'una tarea', de su profesor de la UNAM, de la página tal a la tal. Y otros equipos leían las otras páginas. Le sugerí leer el libro completo y me dedicó una mirada como si le hubiese hecho una proposición indecorosa".
La conclusión de la lectora de Xalapa, Veracruz, sobre los aspectos socioeconómicos que influyen mucho en el rezago en la lectura de libros, es harto pertinente: "Cuando las políticas públicas en México se dirijan a tener un pueblo mejor alimentado, sano y educado, irremediablemente creceremos como nación".
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